Luc, mi amiga que vive en New York es una de las Lucs más radiantes que conozco. La otra Luc está en las antípodas de la sofisticación. Vive en áfrica, como aprendiz de safari guerrera. Y la otra que escribe, vive en Buenos Aires y sólo la he visto en la foto del twitter y en un post, sentada de perfil, bonita con su cabello oscuro y largo.
Lo que sucede con la que vive en Namibia, es que por cruces de la vida, encargos vía la cruz roja, y las ganas de conocer la tierra de Joyce, (a quien Luc adora especialmente por las cartas sublimemente obscenas dedicadas a su mujer Nora), ella, la que ahora confieso que conozco por relatos contados por Puck en una tarde de concierto memorable de su ídolo Prince, suele aparecer en mis recuerdos, aunque nunca conversé con ella. Entre pausas, Puck Robin me contó cómo conoció a la chica azul. Un día en Dublin, en una antigua librería que parecía la biblioteca de un monarca extravagante, vio a Luc Denvers de pie frente a un estante tallado con hendiduras nacaradas donde en uno de sus anaqueles brillaba un libro empastado de Joyce. Ulises fue delicadamente hojeado por la chica que parecía un personaje alleniano, nerviosa, bella, rutilante. Puck Robin (que no ama precisamente la hiperactividad humana) se enamoró fulminantemente de Luc Denvers.
Por si ustedes no lo saben, estoy hablando de un conspirador oculto bajo el nombre de Puck que vive en Buenos Aires aunque no siempre porque simplemente es ubicuo. Digamos que no, que no simplemente, si no naturalmente. Explicar por qué me llevaría un extenso párrafo que por ahora eludo, ya que tampoco se trata de develar las fantásticas virtudes de PR. Regresemos a Luc, que se desplazaba por la librería como si fuese su casa. Cuando se detuvo en una esquina donde había una enorme mesa rectangular con bordes de bronce y libros apilados como si se exhibieran para una subasta, ella miró a PR cuya cara recibía la luz filtrada por los vitrales rojiazules. De mirada a mirada, estalló eso que llaman flechazo. Como si hubiese entrado el rayo verde sobre el que filmó Rohmer y los hubiese juntado al instante en esa calidad de physica pasional que cuando ataca, acaricia y se posesiona de uno hasta quitarle todo ápice de mesura.
Lo que vino luego es imaginable. Caminaron por los pasillos de la librería, llevando libros, sonriéndose, indagándose mutuamente en gestos, palabras no dichas, atisbamientos. Al salir a la calle, ella le habló a Puck sobre esta canción:
y él con el audífono que ella le pasó sonrió como un niño feliz.
Las historias de amores en ciudades enigmáticas como Dublin tienen mucho de paseos, música, funciones de cine y expediciones arriesgadas por los laberintos de sus calles recónditas.
Y no es que todo lo glorioso tenga un final triste, como si se deshojaran flores o el eco de un tango se multiplicara en los días que pasan. Quizás para muchos sí (olvidé que no hay una verdad y nada más que una verdad) así que déjenme guardar los detalles sobre cómo Puck y Luc se separaron antes de volver a sus casas, las que antes de que se conocieran, eran sus refugios que luego se convertirían en espacios distantes, pequeñas cárceles con las puertas abiertas.
Una preciosa reunión de canciones dedicadas a Puck con una portada dibujada por Luc, tenía como canción central el tema soundtrack de una tarde ceremonial con el sol despidiendo el verano mientras la cerveza helada y la luz se fusionaban en la vorágine del amorous.
La rabia de los amores lejanos cabe en panfletos, disonancias, cuentos sobre ciudades en guerra, films noir, y ese noise como un péndulo en el aire.
Nouvelle Vague y Janis Joplin alternados devorando a ambos con el navajazo de la memoria y la piel tensa. Vamos, el perfume de los cuerpos alterados es inolvidable.
James Dean en una tarde paralela
Un día lluvioso (esos días son propicios para reenamorarse ¿o acaso eso sólo me ocurre a mí)
niet, ¿me contarías cómo te sucede a ti?
oh sí, un día lluvioso, decía, Luc repensó en Puck después de ver este video. Algún gesto le recordó al caminante incansable, a ese muchacho que un día conoció en la librería más hermosa de Dublin.
Lo que sucede con la que vive en Namibia, es que por cruces de la vida, encargos vía la cruz roja, y las ganas de conocer la tierra de Joyce, (a quien Luc adora especialmente por las cartas sublimemente obscenas dedicadas a su mujer Nora), ella, la que ahora confieso que conozco por relatos contados por Puck en una tarde de concierto memorable de su ídolo Prince, suele aparecer en mis recuerdos, aunque nunca conversé con ella. Entre pausas, Puck Robin me contó cómo conoció a la chica azul. Un día en Dublin, en una antigua librería que parecía la biblioteca de un monarca extravagante, vio a Luc Denvers de pie frente a un estante tallado con hendiduras nacaradas donde en uno de sus anaqueles brillaba un libro empastado de Joyce. Ulises fue delicadamente hojeado por la chica que parecía un personaje alleniano, nerviosa, bella, rutilante. Puck Robin (que no ama precisamente la hiperactividad humana) se enamoró fulminantemente de Luc Denvers.
Por si ustedes no lo saben, estoy hablando de un conspirador oculto bajo el nombre de Puck que vive en Buenos Aires aunque no siempre porque simplemente es ubicuo. Digamos que no, que no simplemente, si no naturalmente. Explicar por qué me llevaría un extenso párrafo que por ahora eludo, ya que tampoco se trata de develar las fantásticas virtudes de PR. Regresemos a Luc, que se desplazaba por la librería como si fuese su casa. Cuando se detuvo en una esquina donde había una enorme mesa rectangular con bordes de bronce y libros apilados como si se exhibieran para una subasta, ella miró a PR cuya cara recibía la luz filtrada por los vitrales rojiazules. De mirada a mirada, estalló eso que llaman flechazo. Como si hubiese entrado el rayo verde sobre el que filmó Rohmer y los hubiese juntado al instante en esa calidad de physica pasional que cuando ataca, acaricia y se posesiona de uno hasta quitarle todo ápice de mesura.
Lo que vino luego es imaginable. Caminaron por los pasillos de la librería, llevando libros, sonriéndose, indagándose mutuamente en gestos, palabras no dichas, atisbamientos. Al salir a la calle, ella le habló a Puck sobre esta canción:
y él con el audífono que ella le pasó sonrió como un niño feliz.
Las historias de amores en ciudades enigmáticas como Dublin tienen mucho de paseos, música, funciones de cine y expediciones arriesgadas por los laberintos de sus calles recónditas.
Y no es que todo lo glorioso tenga un final triste, como si se deshojaran flores o el eco de un tango se multiplicara en los días que pasan. Quizás para muchos sí (olvidé que no hay una verdad y nada más que una verdad) así que déjenme guardar los detalles sobre cómo Puck y Luc se separaron antes de volver a sus casas, las que antes de que se conocieran, eran sus refugios que luego se convertirían en espacios distantes, pequeñas cárceles con las puertas abiertas.
Una preciosa reunión de canciones dedicadas a Puck con una portada dibujada por Luc, tenía como canción central el tema soundtrack de una tarde ceremonial con el sol despidiendo el verano mientras la cerveza helada y la luz se fusionaban en la vorágine del amorous.
La rabia de los amores lejanos cabe en panfletos, disonancias, cuentos sobre ciudades en guerra, films noir, y ese noise como un péndulo en el aire.
Nouvelle Vague y Janis Joplin alternados devorando a ambos con el navajazo de la memoria y la piel tensa. Vamos, el perfume de los cuerpos alterados es inolvidable.
James Dean en una tarde paralela
Un día lluvioso (esos días son propicios para reenamorarse ¿o acaso eso sólo me ocurre a mí)
niet, ¿me contarías cómo te sucede a ti?
oh sí, un día lluvioso, decía, Luc repensó en Puck después de ver este video. Algún gesto le recordó al caminante incansable, a ese muchacho que un día conoció en la librería más hermosa de Dublin.
4 comments:
Este post nació por el comentario de Puck al post anterior. Ni modo de cambiarle el nombre al personaje. Se llamará Puck Robin, pensé y Luc, Luc Denvers (no pensé más que en ese apellido, en esa sonoridad. Al final casi le pongo un apellido latino, sólo que el sonido de Denvers me gustó y lo dejé).
querida rain...yo estuve con nuestra luc, la que vive en new york....hablamos mucho de ti, y de los tiempos aquellos...siempre con nostalgia pero al mismo tiempo con cariño...Nos veremos pronto los tres??
Curiosamente o no tanto, hace algunas noches, mezclada de humos y no sueño escribí esto que,naturalmente, a la mañana siguiente me pareció una porquería, pero ahora que leo esta historia le encuentro una asombrosa relación con ella.
Ponete cómoda, que es pa' largo:
...Por la calle mayor, de su brazo cantando "allá donde se cruzan los caminos...", me cuenta la historia de esa canción, lo que significó para su generación. Lo escucho, mi cabeza va y viene —bajemos la euforia, amor porque hoy ser felices nos resulta insoportable—.
Sigo pensando en él, tengo su voz en mis oídos como si no hubieran pasado seis años del beso, la lágrima, ay, mi niña... "el pingüe negocio de la primavera". Es por estas canciones, son las canciones —pienso, miento—. Lo voy a querer toda la vida porque está muy lejos, la distancia es el mejor preservativo del amor y tiene doble acción, ya que por una parte preserva "del" amor en sí mismo y preserva "al" amor de nosotros...
En fin. Amores viajeros, amores distantes, amores, amores...
besos, Rain
Mi querido Jorge, alguna vez mos veremos, y re-veremos :)
Nos desplazamos aquí y allá (nosotros sabemos ) y nos pensamos. En la misma ciudad con
el bólido tiempo que no nos traga porque no nos dejamos.
(A ver si acordamos uno de estos días...)
Abraxo.
*
Luc, es así: lo de estar en coordenadas distantes y cercanas por eso que podría llamarse misterio y que de hecho, es aproximación, con eso que le dicen empatía.
Escribiendo, así te conocí, eh...o así nos conocimos.
Por deux, brindis imaginario.
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