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28/05/2007

rogelio, rogelio

darle unicidad al señor rogelio delgado es una acción que a él le aturdiría. no decirle señor, le molestaría, violentando su afán por las etiquetas y los títulos, su adhesión total a las normas y los engranajes perfectos de la moral.

el señor rogelio se miraba al espejo cada mañana reconociendo su bigote parecido al de Borat, al que desconocía completamente y afeitaba con esmero su barba. lo cierto es que si se la hubiera dejado crecer, luciría extrañamente atractivo hasta que abriese la boca y dijera alguna de sus epistolares expresiones acerca del clima, los pagos de terribles moras y la espectativa que tenía por la visita de una mujer a la que soñaba como su esposa, en una casa con tejados, pajaritos, y un perro guardián.
se acercaban las elecciones y en el país del señor rogelio delgado había una guerra civil. las invocaciones al cumplimiento de los deberes y el amor a la patria, eran las consignas que rogelio


así es: llamésele por su nombre a secas.

que rogelio abrazaba, enamorado de la civilidad leal al gobierno, sea el que fuere, consagrado por las leyes con juramento, bandera, biblia, smokings y vinos. el hecho que en las calles se vieran cadáveres apilados junto a algún monumento nacional, no lo inmutaba. antes importaba la ley y ser un ciudadano ejemplar. sólo algo fallaba: el señor rogelio se masturbaba cada noche, en pijama, enhiesto, alocado, trajinante, con pequeños remordimientos, porque era muy religioso y sus gemidos eran escuchados por la mujer que era su vecina, como el joven puck, y chicas como tota, la rubia natural. y una de esas noches, en que el joven puck asomara su cabeza por los jardines de rogelio, éste tuvo un ataque al corazón y murió con los ojos abiertos, soñando con los senos de pamela anderson y con la rosada vagina de pola, a quien nunca le dio el anillo de compromiso ni vio desnuda. lo que sí vio rogelio en el último segundo de su vida fue a su perro montándose a una perra de superpelaje marrón y en el techo, una mancha rara, tal vez la sombra de un duende maldito y luego, kaput.




*


Aquí, la canción del post.

4 comments:

tzarel said...

Los Rogelios forman un bloque compacto, asediado por sus propias virulencias, sus acuosas maneras de ser el sostén del Estado. Intemperancia de los Rogelios, las Polas y las Totas, mezclados, confundidos, inermes y perdidos como animales de ciudad.

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Leí una mínima sobre el desprecio y la compasión que ahora asocio a los Rogelios.
Acertaste, el escritor se fue y no se fue.

Anonymous said...

¡Qué final tan animalesco!
Virginia, estás en la onda humorística, combinada con una mirada que desnuda a la gente de los rebaños.
Que siga lloviendo.

Anonymous said...

Qué sorpresa, V.
Y cómo me gustan estos enganches.
Me quedo pensando en el duende maldito; también en Rogelio, pero sobre todo en el duende maldito.
Los duendes cambia(n)(mos) de signo así nomás, como quien se distrae una pestaña.

Rain en ZQ. said...

Puck, en mi infancia nace el terror por los duendes. Creí verlos o los vi: la verdad, no sé si los vi o si fue una pesadilla tan nítida, con la que el susto se equipara a mi primera visión de Kruger, sólo que alucinando que Kruger estaba en mis pesadillas. Así que la imagen del duende me resulta pavorosa y me resulta tan lejana de lo que pueda percibir de Puck que habita en una zona tomada.

¿Qué mas puedo decir? mucho, sólo que serían expansiones fastidiosas en vista de que la idea del duende para ti es otra, creo... y bastante distinta, me parece.