Cuándo me hablan de sorpresas, pienso en la posibilidad de ver un fotograma gigante. Sí, no creas que te miento. Ahora que se me ha desmelenado la cabeza por el detritus mental, no tengo tiempo para mentir.
Mentir, agobia si no eres un ladino mentiroso. A parte de toda la enjundia moral, mentir significa poseer imaginación. Mas ya sabes que no tengo vocación para las mentiras domésticas, lo que nos hace buenos amigos, cómplices en los momentos más insólitos, tú sabes.
Hay una pausa como cuando usas el control remoto y haces un alto en medio del zapping.
De toda la memoria comprimida en escenas dispersas, recuerdo aquella vez a la profesora Marcela, sujetándome los hombros para calmarme porque mi padre había muerto y ella, antes me había anunciado una sorpresa. Nunca más supe cómo mirar a esa profesora en la clase. Las sorpresas son todas tan diferentes y parecidas, como en una tragicomedia.
No me gusta la palabra sorpresa, qué quieres que te diga. Es una palabra filtrada que tiro a la basura, sin delicadeza. La gente suele hablar de sorpresas y no de dinosaurios o musas.
Una musa con su vestido celeste en el fotograma gigante al lado del pacífico dinosaurio. Vegetariano, claro.
Mírale a los ojos al canalla que en tu oficina te hace trampas. No le des una sorpresa, no le des nada. O sí, dale tu mirada directa como un disparo en el aire.
Uno de estos días van a destruir la belleza de los juguetes. No quiero esa sorpresa, ahora que los juguetes se han cuarteado en la sala. El tractor amarillo de metal resiste y las canicas ruedan cuando las saco de su caja plateada. No hay sorpresas, lo que hay es música. Cocteau Twins en la tarde del domingo y la niebla que entra por la ventana.
Los avisos comerciales se oyen a tdod volumen, la vecina discute con su marido y la nena dice que se va a jugar con sus amigas. Tomates refinadamente enlatados para usted señor, y berenjenas, garbanzos, pizzas, tabaco, desodorantes, colonias, artefactos eléctricos. Nada de eso me sorprende, si no la risa de la musa bebé que llega por un camino de ondas parlantes y la tarde se oscurece mas eso no importa.
2 comments:
Mientras escribías estuve en un balneario. Las casas blancas como las de Arequipa, parecían de sillar y el mar como un espejo. También caminé por una avenida y vi muchachas hermosas y aburridas, que se creen fascinantes.
Tuve frío, pero era otro tipo de frío.
Tzarel, yo sentí ese frío y de la humedad limeña...
(ya no tengo fiebre).
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