Las estrellas están tan lejanas

Me gusta imaginar las travesías de Regina Spektor. Verla caminando hacia el lugar donde va a cantar, sin la menor afectación. Se sienta y acaricia imperceptiblemente el piano. Se toca una ceja y respira hondamente en una fracción de segundo. No ha suspirado, ella no suspira porque no tiene ni un leve parecido a las stars de los años 50. Con excepción de Billie Holliday, ella es la dama más elegante de la escena musical.

Cuando Regina canta, los registros de su voz son como armonías inimaginables por un espíritu carroñero. Y lo creo, porque no se me ocurre que alguien que componga Chemo Limo sea una mujer miserable, imbuída por el obsesivo deseo de ser una star que llegue a la cumbre del mercado mundial.

- ¿Por qué calificas tan duramente a quienes se dedican a triunfar?

Me lo preguntas y tu mirada es desdeñosa. Me lo preguntas y tu mirada contiene resquicios de resentimiento. Así que giras y ya no estás aquí.

Junto las pelusas que anoche caían sobre el ordenador y me arreglo el flequillo. Plom, qué frío hace. Estornudo, plom, Regina voltea y sonríe. Se ha puesto de pie y los aplausos resuenan en el auditorio. Su sonrisa es como la de alguien que ha viajado a una zona clara donde habían demonios y fuentes de agua pura. Regina está fresca como una flor, Regina ha viajado mientras tocaba el piano. Pasó por túneles y al salir veía esos prados con girasoles que Van Gogh pintó.

- Eres una irredenta arando en un territorio minado.

No escribes bien, no tienes nada interesante que ofrecer, y sin embargo insistes en doblar las palabras.

Te miro, te miro, te miro.

¿No sé escribir?

¿Para quién he de escribir? ¿para ti? ¿para ellos? ¿para quién?

*

Regina mira las estrellas y una luciérnaga sale de un ríncón, allí en el jardín. Regina la mira, y le dice: las estrellas están tan lejanas.

Es verdad, Regina. Suena un piano. Pianísimo en la hermosa negrura.

Soy una irredenta. Están tan lejanas las estrellas.