Más allá del campo de fresas

Elevada y dark escapaba con corazones rojos volátiles en la memoria. Como en un apunte a carboncillo, lejana de mí, extrañando a dioses apacibles que me extendieran sus risas, todos sentados en un inmenso campo de fresas, exultantes, abismados de las armazones sucias de la ciudad. Premunidos de maravillas líquidas, saltando sobre los tocadores y las factorías. Listos para saborear carnes sazonadas con estragón en el tercer plenilunio del año.

Mi desnudez te recordaba, dulce amante, trayendo una canción hermosa para homenajearme. Cuando las diásporas eran un recuerdo funesto, tú obsequiabas transparencias y música. Como el último habitante de los getthos exterminados, llevando un bolso con corales, fósiles y una pistola cargada con seis balas. Al poema lo tenías en tu tercer ojo, radiante y mortal como la más peligrosa arma.

Reflejo de mi cuerpo quieto en ampliación polaroid y el amor dormido en una tarde de verano, cuando los pajaros revoloteaban sobre las cenizas de un loco, afuera en la calle y a ti nadie ni nada te mataba. Extensión de un gran fresco barroco, tus ojos, tu risa, tu viento. Mi oximorón humano corriendo hacia un campo de fresas, donde en una infinita alfombra de flores, mi cuerpo liberado te espera.

Imagen: Amelies Welt.