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17/05/2007

Contraventanas

En realidad no podría ser una ventana en un subterráneo, se dijo la mujer, doblando su pañuelo, mirando hacia un punto móvil en el cielo, un avión, una gaviota, un ovni, quién sabe.

Alguien la espiaba minuciosamente y se burlaba de la mujer que se daba cuenta de la persecución y seguía caminando con su botella de agua y su bolso negro.

Contraventanas. La mujer no tenía a nadie a quién contarle que ella sabía lo que era estar en una contraventana, lo que era sentir una fragancia mientras los órganos de su cuerpo se desvanecían en la física de su poder secreto.

Porque aquella mujer no era una heroína. Era una simple mortal sentada en la estación del metro, con su poder circunstancial atravesado por la visión de una naranja fresca agigantada. Una naranja, una contraventana.

Porque era tan verosimil como una más entre cientos de pasajeros, oculta y cansada como una contraventana que contradice la luminosidad de las ventanas recién lavadas.
Las contraventanas podían ser la antesala de una fuga en un día maldito o podían ser el anuncio de una aventura peligrosa. La mujer sabía que las contraventanas no atraían a gente apacible, ni a epígono alguno de un film con su happy end. Ah, si era como eludir cualquier tipo de aplausos y que alguien viniera y te dijera que todo estaba muy bien, oh aleluya de los aleluyas. La mujer consideró muy seriamente la posibilidad de una fagocitación inmediata: se acercó a la ventana y la abrió. Encontró a todo, las calles con sus faroles, los muchachos sonrientes, los vampiros disfrazados, las ninfas orgullosas, los asesinos y los políticos, los burócratas y los fantasmas, en un collage vivo.

Había que irse donde las contraventanas absorbieran las intrigas y los cielos vacíos.

La mujer se veía horizontalmente absurda en medio de la calle con su botella sin agua y sin ganas de hacer algo, siquiera algo.




*



Esa sensación de pertenecer a algún lugar


Creo que tendría que escribirle a Derkon para que sepa cuánto me he transformado desde que le envié aquel mail. Era un mail que al recordar esta tarde mientra escuchaba a Boards of Canadá, tocando Everything You Do Is A Balloon, me traía a esa mujer que fui

qué evocaciones, qué giros
¿esa fui yo?
Lo que me alivia, es que no me dejé ni me dejo inocular de canciones tan suaves y bellas como una de esas baladas horrorosamente sentimentales.


*

Holden Cauldfield, en El Guardián entre el centeno, habla de los que se ven ufanos de sus talentos, como de aquel pianista que al finalizar su tocada, hacía una venia al público. Se suponía que era una humilde venia. Falsísima. El tipo sólo conversaba con gente famosa. Si no, ni hablaba con el que le dirigía la palabra. No le daba la gana de mirarle, o es que no le daba el honor de su trato. Un snob fatal.

H C también se refería a los actores de teatro. Él percibía a quienes actuaban tan perfectamente que resultaban insoportables, porque se les veía soberbios, y muy conscientes de ser perfectos.
También hablaba H C de los guapos, que en su mayoría son archivanidosos.

Ser vanidosos, resulta en algunos casos, patético.

Esa capacidad irónica de Salinger para dar vida a personajes que miran el mundo de la manera más radical,desencantada y a la vez fresca forma una conjunción directa con su dosis de generosidad y dureza.

Como H C, me alejo de aquella escritura perfecta. Sin sangre, aséptica con asomos de dolor: sinuosidad que no es para gentes como yo. Qué antipático puede sonar este desahogo. Mas de eso se trata; escribir desde la individualidad sin reticencias.



Me he encontrado y me sigo encontrando a mi vez, con gente que hace sus cofradías de siglo XXI, como si de ellas dependiera el destino de la literatura.
Otra experiencia, diferente, en la blogósfera es la que invita a la retroalimentación vía interacción.

El salto:
mediante la imaginación, no hay salto que abandone.


*

El sentimiento de culpa es una pesado fardo. Un lastre.
Si por ejemplo no soy grata para determinadas gentes, no tengo por qué pensar que necesariamente es porque no valgo la pena de apreciar. (Imagenería desechable).

Al final, me estoy convenciendo que la amistad en la blogósfera no existe. Que todo son contactos fugaces, a veces cálidos, a veces artificiales. Y eso me apena. Luego me digo que la amistad en la blogósfera es como un fogonazo. Algo que pasa y se repite sucesivamente. Viene y va. Y nada más.


Queda la escritura. El signo estallado, las palabras, el salto, los mates, las horas, los cafés, las extremidades del cuerpo, agitadas y quietas. Un run run.

Entonces pienso en las contraventanas y me voy.



Y una canción para pensar en contraventanas. Aquí.

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Imagen, tomada de Google.

4 comments:

Anonymous said...

En Navidad compré El guardián entre el centeno. Lo tengo a la vista desde entonces. Pero..., bueno, no sé, que sólo miraba la solapa. Definitivamente, me estás animando a leerlo.
Un saludo, Sweet/Rain.

Carlox said...

me pasé la semana pasada pensando en eso de pertenecer a algún lugar y no, no logro entenderlo.

también estuve decepcionándome de eso llamado amistad.

esperamos mucho de los demás...
y aunque no esperemos, igual duele.

o tal vez tenemos el concepto equivocado de amistad...

y más divagaciones vienen a mi mente y ya es hora de salir nuevamente...

un abrazo, rain.

Hamletmaschine said...

Pero qué buena imagen la del final, la vida en cuadritos. Si no has visto cómics de Chris Ware te los recomiendo enormemente, porque son esa misma idea llevada al máximo extremo. Autista él, autista nos deja.

Sobre la amistad en la red... aquí no existe el paso del tiempo, o de menos luce bastante ficticio, estático. En ese sentido, una palabra amable o un insulto no va a ningún lado, no reside hacia afuera sino en el imaginario. El movimiento se vuelve imaginario. La irrupción de la materia tibia (los cuerpos) atrae la velocidad, la finitud, y con ella un potencial de culpabilidad. Aquí todo acto es reversible, eliminable, afuera no.

Así que quizá, en esos términos, haya que renovar el concepto de amistad, bajo las leyes de estos nano espacios/no-espacios...

O quizá no.


Muchos saludos.

Rain en ZQ. said...

Nicho, ¡lo tienes cerca!.
Vamos, te esperan Holden Cauldfield, Phoebe, las monjas, el Profesor, el chico que dijo No...


*


Creo que entre la virtualidad y la existencia diaria (con los sueños y las escenas "reales") hay una distensión.
Que sí, son otras las coordenadas para ser amigos y que fundamentalmente lo que importa es escribir.
Al menos, no es es el caso de uno, que llegue a la blogósfera para "hacer amistades".
Lo que sucede es que eso viene con las sensaciones que pueden trasmitirte posts y entonces, uno quisiera ver la mirada de ese alguien que escribe. Uno quisiera entrar a su mundo y mostrale la entrada al de uno.
A mí me pasa con la escritura. Porque está sobretodo y después vienen las caras, los gestos...

Luego es como un carrousel dodne todo gira, siempre gira y uno se pierde...
es que no hay nada definible...


salute Carlox.


*



De hecho que no es igual hablar de amistades en la blogósfera, a lo que es hablar de amistades en el mundo "real".

Sólo que no veo que haya una separación rotunda de mundos. Creo que todos se retroalimenta entre sí y que importa lo que hay al otro lado de la barrera/distancia física. Creo que se operan transformaciones que me hacen pensar en las influencias cyborg y todo eso :)

Lo superfluo tambien tiene su despliegue virtual: hay sitio para todo y el quid estaría en desplazarse donde uno se sienta fresco.

Y es que incluso para aprender, el proceso puede ser lúdico...

Hamletmaschine, puedo decir que aprendo entrando a tu máquina...
:)


(Ah, grax por el dato: ese cómic hay que encontrarlo).