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13/10/2007

Zig zags (o de cómo uno escribe sobre algo que no es lo que intentaba escribir)

Para Helena a quien conozco vía blog, por una razón, especialmente: adoro el ritmo sincopado de las palabras.



Este post tiene el propósito de aligerarme, de ponerme en la soportable levedad del ser. De asumir que aunque la profundidad de Kierkegard y las meditaciones de Spinoza son como pastillas sin las que no puedo vivir cada cierto tiempo, existo en una individualidad conectada con otras por millones y millones de moléculas aproximadas mediante las palabras o para decirlo exactamente, vía blogueo.


De rizomas me fui alimentando como tú, querida muchacha. No sé cómo podría denigrarme
masoquistamente en una solemnidad divagadora.


Ah, seré clara: acometer divagaciones que aparentemente no te llevan a ninguna parte es delicioso porque al final sabes que te han guiado hacia ese no-lugar donde el limbo es un pretexto para pasar a otra fase, sabiendo que luego volverás si quieres a aquel no-lugar.


Así que pienso en esas reuniones en las que la gente se expresa en tono de entregar la vida en cada comentario, lo me produce algo extraño, una especie de espinazo en el cuerpo. Es gracioso, no es gracioso, es simplemente bizarro. Así que uno no sabe qué hacer ni qué comentar porque sabes que decepcionarás a quien te mira como diciéndote: ¿qué esperas? ¿qué vas a decir?


Y una que es compleja, mas no solemne mira al techo como si mirara las musarañas.



¿Alguien alguna vez ha visto las musarañas?


Lo que sucede es que no te puedes desprender (ni quieres ) de ese ímpetu que nace de ti cuando escuchas o lees algo profundo, que sabes está construído para ser pensado sin que el objetivo fundamental sea el engolosinamiento individual, esa hoguera de vanidades tan recurrente, en prurito extremado.
¿Ah, sólo que alguien tiraría la primera piedra para decir que está exento de toda vanidad?



Hay días en los que el desencanto con la vida es como un film noir con connotaciones pasolinianas. Nada es esperanzador. Y uno sabe que eso está dilucidado hasta el hartazgo. Con toda esa compacta experiencia de vida en tiempos de guerra, el que ha vivido entre explosiones de bombas cuando caminaba por las calles, no tiene nada de qué ufanarse. No fue
héroe, ni santo o líder.

Alardear se parece a las peores payasadas con mantras escamoteados, antimantras en realidad.


De pronto uno comprende o cree que comprende al personaje Harry Block y se ríe de los arquetipos. Porque enamorarse de alguien que es una demostración palpable de coherencia, dice mucho de uno. Los dogmas, las recetas, los discursos, la barahunda del individuo ejemplar.

De hecho uno se aleja de quien te ha denostado por una cuestión de narcisismo. Asombrosamente Harry Block, no es de los que adrede busca dañar a otros. Cuando he leído reseñas sobre Desmontando a Harry, me he topado con calificativos de orden moral.





Viendo el film me reí mucho, ¡disfruté tremendamente la película! . Ahora tengo clarificado por qué alguien que conozco, detesta a Woody Allen. Simplemente esas entrecortadas expresiones que por ejemplo Harry Block usa para justificarse, le demuestran a X, una pusilanimidad que lo saca de sus casillas. Para X todo es blanco o negro. Y las actitudes de un Harry Block lo dejan impertérritamente tieso de ira.
A mí, naturalmente esta epilepsia moralista de X me aleja de su radio de acción. Y reconozco que en ello hay cierta enigmática trama que delineo en mi trato con hombres cuyo conservadurismo es indetectable fuera de las conversaciones sobre films. Musicalmente se muestran transgresores, filosóficamente brillantes hasta la oscuridad.

La existencia es diversa y quien escribe aquí suele estrellarse con ella en un reloaded inmisericorde. Precisamente por eso escribo y de la pesadez a la ligereza hay matices que solamente el acto de escribir, el cine y la lectura me dan en grandes dosis. Por los matices se persiste, y lo digo pensando en la niña musa a la que veo sin la frecuencia de antes, cuando solía reír con ella y jugar. Cuidar una nena, por ejemplo es un caso. La niña musa tiene dos hermanos, mayores que ella por unos años. A veces debía cuidar a todos y las horas se iban en ese proceso. Además no soy niñera profesional y si cuido a la niña musa es por puro cariño, la verdad. En fin, llegando a este punto, me apeno como una madre nostágica. Y rraaam, miro la pantalla en blanco y negro, en Eurochannel, y veo a unos niños que lloran abrazando a una mujer postrada en una cama. Todos llevan pañuelos en las cabezas y lloran intensamente. Estoy a punto de cambiar de canal y elijo dejar que la película siga.






Pausa ( el blanco y negro del film con banda sonora triste me lleva a la pausa).








Comenzé este post antes de la medianoche y por ratos me levantaba a prepararme mate y a limpiar la vajilla. Como seguía con las ideas en la cabeza, no estaba en pausa. Ahora permanecí sentada y miré el film.





Cambio: la película ha pasado al color. Se ve un paisaje en verde.

Contaba en otro post que actualmente tengo como fondo las voces emitidas en un film que veo entremiradas. La condición es que sea simplemente un film que no me capture, porque si no interrumpo la escritura y adiós post.







Siempre escucho a médicos, mamás y abuelas, decir que el llanto de los niños es normal. Puede ser por hambre, sueño, cansancio y sí es por enfermedad, hay que llevarlos al médico.
Nunca me he acostumbrado al llanto de un niño, aunque he visto lágrimas de nenes engreídos o de niños que fácilmente lloran por cualquier contrariedad.

Y a la vez sé que si los niños no lloraran, serían unos posesos de la desolación.


Uno cuando llora muchas veces es niño.









Apenas llevo una chompa de delgada lana y no siento frío. Defintivamente la primavera llegó.

Espero que el anturio rojo reflorezca y que las tardes de sol en el mirador de aquel Parque donde hace poco estuvimos Luc, A y yo sean próximos clicks hermosos como cuando se aprenden canciones vigorosas que te iluminan hasta los intersticios más marcados, donde te ronda una y otra vez una marea sin fin.






The end del post: dos niños no pueden dormir. Uno sonríe Tienen las cabezas rapadas. Aparece el cielo en rápido primer plano. Contemplan el cielo, de pie. Se ven inocentes y desamparados. Y Luego otra vez el paisaje en verde, ellos, el sonido del viento. Y eso me basta en este instante. Sencillo. El sonido del viento y la densidad de la niebla mientras un tren a lo lejos pasa.




Imagen perteneciente al film Desmontando a Harry, de Woody Allen.

4 comments:

tzarel said...

Escuché una vez el llanto de un niño por horas, en la costa del sur. Una pareja de vagos criaba al pequeño. Pedro, uno de los campistas me dijo que los tipos eran peligrosos. Cuando iba a contradecirle, el niño se calló. Me di cuenta que se durmió por cansancio.
A veces escucho en sueños ese llanto y me siento una mierda.

Rain en ZQ. said...

Tzarel, es que el llanto prolongado de un niño, como el de un anciano, remueve todo. Es como si si se estuviera destruyendo el que llora. El niño. El que ya no es niño...y también lo es.

Hay llantos de odio. Una vez vi cómo lloraba una chica que odiaba a un violador. Fue algo abrumador.



:::



Eh, nosotros hablamos de sucesos tristes y alegres, como de los desconcertantes y extraños.


:)

Anonymous said...

Yo lo escuché hasta que no dejó ni baldosa de mi fuerte anti-curiosidad, aunque luego supe la verdad de ese sollozo fantasmal.

Que bueno, al fin encuentro a alguien más que no se encargo de decontruir más a Deconstructing Harry. ¿Pasa lo mismo con La Maldición del Escorpión Rojo?

Rain en ZQ. said...

Raulín Raulón, adquiriré el dvd' (espero encontrarlo)pron-to.

De llantos, tendríamos por contar..¿sí?

infancia. y el llanto no se puede acallar fácilmente cuando hay mucha pena...

*


Chao.