La mujer se sostuvo en la columna y cerró sus ojos. Al abrirlos, recordó los frescos de Pollock, la adicción del desesperado que buscaba fisuras entre los lienzos, y se le hizo nítido el olor a pintura, la textura de sus corredizas líneas sobre la tela. La mujer estaba allí por su obsesión con los intersticios, ilógicos motivos para huir de sí misma. Todo era para ella una estructura volátil, como si la antiguedad de aquel santuario en donde estaba fuera una construcción imaginada que desaparecería con tan sólo intentarlo. Un soplo, el sonido de una sinfonía, una turbia certeza. Su propio aroma esparcido en su cabellera negra, registros y sollozos ocultos. Se tocó el cuello y trazó con la uña de su índice izquierdo una marca en su mejilla, como si quisiera hacerse una arruga profunda en la palidez de su rostro indiferente.
Foto tomada de Google.
1 comments:
Esos intersticios en la foto me llevaron a remover alguna imagen guardada en el disco duro del cerebro...
Me gustaría estar en ese lugar.
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