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29/07/2007

Vito, Venus Peter y yo

Vito el niño que se cagó en la ducha ante el asco de sus compañeros después de los insultos: ¿lo recuerdas en esas noches frías de julio? aquí en la retaguardia de un espacio con sonidos cruzados, le veía llorando cuando le despertaron intempestivamente para llevárselo a un reformatorio. Vito sin maquillaje ni pestañas postizas, chiquito y desolado comiéndose su espanto. Y yo entre el monitor de la compu, con la foto de la musa bebé a un costado. Y el perfume de las flores cerca. A durmiendo. Y después llegó Venus Peter, el niño que amaba la poesía allá en un pueblito escocés, hijo de pescador, en su bote mirando el horizonte triste como huérfano de la gloria. Los esperpentos salen de sus guaridas, los chicos buenos no existen. El cuento de los muchachos caricativos está para la mierda y esa es una verdad de perogrullo con el cliché de la imagen rompiéndose en el vértigo.

Los Soprano se matan a diario con sus peleas como en esa calle de Beirut. Eso me contabas tú mi esplendorosa amiga, escribiéndome desde una ciudad convulsionada, de paso por una inspección ocular de minas. Cadáveres regados en las calles: línea tantas veces repetida en las crónicas de la muerte. Cadáveres calcinados. Cadáveres explotando. Y siempre los niños perdidos, entre partisanos muertos. En pleno siglo XXI te sacan los ojos y se cagan en tu pena. Así es la fiesta de los chacales.
Déjame una señal tuya, que ya no sé a quién escribirle con cariño porque de todo hay en este mundo de animales travestidos. Yo soy un lobo y un tigre, otras veces un ave y una salamandra. Tengo espacio para tus cartas, tus delirios, sin nenúfares ni tintineos de campanitas.
¿Me ves haciendo el volantín de los funambulistas? Con canciones que me hacen menos vulnerable al rococó de los instantes desechables. Cual cíclope, con insolencia. Eso me queda. Mi querida insolencia al ras de todo desaliento. Y después el invierno que se alarga feroz y musical.



*



Nota para el chico de las mil aventuras:




Oye Dinosaurio, tengo un bolso viejo. Allí he guardado tu canción.

¿Regaste a Mora, el cactus hembra? Recuérdame, tengo a los monstruos despiertos. A los demonios. Y te quiero como a los ecos de Antonin Artaud en el alba.

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2 comments:

tzarel said...

Fue como si a través del televisor, oliera el niño obeso mientras su pecho estallaba.
Fetidez y desamparo.

Los muertos no hablan.
Una frase en la serie El inspector Morse.
Las hordas de los chicos buenos se autodestruyen.


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Este chico Rafo tiene una versatilidad muy amplia.

Rain en ZQ. said...

También me sucedió eso y el desamparo de Vito, la mirada de Venus Peter (hay tantos Venus Peter perdidos en el mundo)...


El tema de RR con las notas andinas flotando y una especie de lamento que no es elegía precisamente, me llevó a ponerlo aquí.