Si lo vieras, me refiero al hombre de los jeans negros, sería porque tu imaginación confluye con la mía y en medio de las distorsiones, los trastornos, la mala leche, los chips de los humores y los instantes de levitación (también imaginarios) todo o casi todo se condensa para vivir. Es simple. Y no me importa que la fantasía sea como un animal prehistórico que reaparece y se convierte en máquina del tiempo.
El hombre de los jeans negros, el literablog, el precoz amor por la vida al otro lado de las alteraciones cotidianas, se levanta en medio del mate, de caminar unos metros en la casa, en medio de la vajilla recién lavada, de las sábanas cambiadas, del olor a suavizante que la ropa del niño inquieto se pone para salir a manejar bicicleta aunque llueva y a lo lejos suene la fanfarria de una marcha escolar.
La sonrisa del hombre de los jeans negros es exactamente igual a la de Harrison Ford en Blade Runner.
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Soy Gokú. Vaya, tu manotazo en el aire tiene la gracia de un gato que araña mi mano y después ronronea. Soy Gokú, mírame. Estoy en el centro de una mesa. No soy tóxico ni inflamable y te miro escribir. Como en un cuento de Philip Dick, soy de un material indescriptible (eso es mentira, lo sabes) y soy una fogata anímica, una señal irredenta de tu nostalgia pasajera.
Soy mentira y soy verdad. Existo, como en los animes japoneses y he venido a contemplarte, apenas en un momento, sin más ojos que éstos de color obscuro como un infierno de ciudad galopante.
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La musa bebé nació antes que estallara la idea del caligrama imperfecto.
No tengo a nadie cerca que me dé bolitas de cristal para jugar con las ideas y los laberintos. No, no es absurdo: lanzas una bolita al tablero de las ideas porque cada bolita es un pensamiento. Así que yo creo las propias bolitas, las cuido, las pinto, las despinto, las destruyo si es necesario, lo que no suele ocurrir porque la transformación es preferible y afuera la desesperación copa cada espacio, y no me bastan las ideas, el mate, los beneficios de cartones, itinerantes animales, una sequedad en la lengua y un trapecio rojo moviéndose en el inexacto recuerdo de una época sobregirada.
Por eso cada vez que cierta tristeza se convierte en el cuerpo ladeado que se cae, esquivo las ideas y sin el menor conocimiento de la experiencia zen, le doy un resplandor al cuerpo que se ha distendido como un fantasma , como la nada o un epígrafe escrito en papel gris.
LA FRESCURA se parece a una canción que se oye en una tarde de verano cuando el sol no es pegajoso ni te muerde la piel. Mi pequeña musa es como la frescura, abierta en cada día que la cuido y beso su cabeza en la que miles de ideas esperan su tiempo para nacer, como en una constelación y una máquina aún no estrenada.
2 comments:
¡Somos impopulares!
El hombre delos jeans negros te cantaría bajo la lluvia.
¡somosooos!
ya cantó y lo escribí
o sea ya lo imaginé...
es tarde. debo dormir. sino una de las acciones se va por la borda. eran antes de las once y ya llegó la madrugada.
:)
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