eran recuerdos violentos. al fondo el televisor en la mesa transparente, el aluminio de las sillas, los reflectores de la avenida central filtrándose por un lado de las cortinas, el huracán de las notas pensadas, en fin, eran costras. todo era una gran costra que demoró en desprenderse de la mujer rockeada por un tiempo indefinido. ella misma, el ruido de su corazón sobre la noche, ella misma era una costra y el niño de la caseta blanca se daba cuenta. cuando llegó la tormenta, que se llevó el piso y los objetos, las ventanas y el cuerpo de la mujer, el último rastro fue una diminuta costra y no hubo niño que la viera, ni mascota que llorara entre aquel caos que rompía el supuesto orden de la apacible vecindad. y después vino el relanzamiento de las rutinas. welcome, decía el letrero al pie del jardín de esa casa con tejados color chocolate.
27/07/2007
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
5 comments:
Dime, ¿las cicatrices no se ven entonces?. Las costras invaden el cuerpo.
Al final siempre la rutina ¿No hay posibilidad de una última y definitiva escapada?
Lentitud
una vida sin heridas es satisfactoria especialmente para quienes no saben disfrutarla...
respondí a las ocho... finalmente...
¿funciona tu email? te escribí hace mucho...
saludos, intentaré desapariciones más cortas.
Sucede que están las costras simbólicas, invasoras, rompiendo las armonías. Después llega el tiempo de sus caídas. Caen, caen.
*
Creo que sí, de lo uno o de lo otro. Y no diré como si se tratara de una reflexión de un libro de autoayuda, que el happy end llega infalible si "desarrollas la felicidad" . Ups.
Lentitud , ¿De los gramófonos?
¿sí? :) ¡!
Hola.
*
Carlox, sí. He tenido unod días muy abigarrados. Veo que reapareces en tu espacio. Te imagino lleno de actividades...Gracias por seguir esos 8 que Hamlet me dejó.
Abraxo.
Tsunami mental, que despejado dejó en las calles de los pueblos criaturas nunca vistas. Y cada una era una herida abierta, como bocas auxiliares...
Post a Comment