He dormido un poco. Extrañaba sin darme cuenta a Lima.
Quizás si no hubiera pasado por esos acontecimientos en los que tuve que pararme en medio de un montón de ojos que se agrandaban para mirarme exponiendo argumentos y enfatizando que A llegaba sin la intención de afectar a nadie con su participación en el Torneo de Ajedrez, todo hubiera tenido otras sinuosidades.
Al final, al terminar el Torneo, en la Clausura, los aplausos, las fotos, los apretones de manos, la premiación en sí y los discursos atenuaron el impacto de los sucesos. Dar detalles sobre lo que sucedió, me cansaría y a ustedes, también. Sólo apunto algo que atravesó todos esos días: yo asumía un rol y eso a veces me molestaba. Era como ser más alguien dentro de un rol que la integridad de lo que soy. Escribía mentalmente, por ratos me provocaba reírme de actitudes volcadas a sobreproteger a los niños. Una sobreprotección que enfocada sobre nosotros - A y yo- nos convertía en los villanos del film.
Y sin embargo también recuerdo esas nubes oscuras sobre un cielo azul, y la lluvia cayendo mientras el sol aparecía caprichosamente. Ah, sólo que esa era una falsa impresión. Aquello era natural en la ciudad en la que estábamos. Esa lluvia fue como una sonrisa líquida que caía y caía sobre nosotros y todo lo que nos rodeaba.
Era una lluvia que no traía fango. Era traslúcida y en medio de la sensación a aire helado, caía como una bendición mientras el sol brillaba suavemente.
Leí entretiempos "Kitchen" de Banana Yohismoto. La lectura me ayudó a pasar esos días en medio de la hostilidad y las caminatas entre el hotel y el lugar donde se realizaba el Torneo de Ajedrez.
Dos mujeres de diferentes edades me hacían sonreír, desconociendo el efecto que causaban en mi ánimo. Eran naturales. Una joven, la otra mayor, al borde de la ancianidad. Cada una elegante a su manera. Ellas son madres de niñas ajedrecistas. La joven me preguntó sobre nuestras vidas, y la mayor me contaba sobre los lugares turísticos o simplemente bellos que A y yo podíamos visitar. Creo que ellas, fueron las que matizaron aquella accidentada estadía. Apenas si pudimos pasear por la ciudad. Una de las primeras noches, salí a comprar y llegué a la Plaza principal de la ciudad. Me gustó su suelo, más que el que tiene Lima. Entré a su Catedral. Ésta era sencilla y lo que me impresionó fueron sus Vírgenes: La Virgen de los Dolores y la Virgen de la Resurrección. La de los Dolores tenía como aureola, estrellas y su largo vestido era majestuosamente fino y propio de una mujer pudorosa.
La expresion de su rostro era la de quien da consuelo. A mí no me consolaría en un momento fatal, pensé y lo que admiraba era su porte y sí, la expresión de sus ojos. Celestial, sobrenatural.
La Virgen de la Resurrección llevaba un vestido turquesa. Fuertemente turquesa. Así, aquella Virgen que es la única con otro nombre, destacaba al entrar a la Capilla de la Catedral. Si no fuera por su gestualidad, parecería una muchacha que va a una fiesta de gala. Tan hermosa y radiante. Mas no con el atractivo de lo sensual, porque tenía la mirada de las místicas mujeres, desprendidas de toda terrenalidad.
*
A no reconoció en un primer momento al que fuera su profesor de Ajedrez por un breve tiempo.
B se había cortado el cabello y rulos le caían alrededor del rostro, dándole una configuración distinta a la que antes mostraba. Nos alegró mucho ver a B, con sus jeans y su sonrisa. Era amigo de un entrenador que estaba en el Torneo acompañando a dos niños. B había llegado a visitarlo y de paso, se enteraba cómo marchaba el Torneo.
Fue un pequeño y alegre suceso.
No nos despediríamos. Se iría en medio de la Clausura del Torneo. A lo lejos le vi y no nos acercamos A y yo, absorbidos por la solemnidad de la ceremonia. B se fue.
*
Apunto que comimos cuando nos daba la gana, y sólo un par de lugares nos pareció de una exquisitez indiscutible. En general, los precios en los restaurantes eran baratos en comparación a los de Lima. Solamente en los lugares ostentosos, los precios se disparaban. Fueron agradables los pequeños lujos que nos dimos de vez en cuando, comiendo anticuchos*, picarones** y flan con helado.
Sé que volveremos a aquella ciudad, para que A participe en otro Torneo. Eso será sí o sí.
Quizás si no hubiera pasado por esos acontecimientos en los que tuve que pararme en medio de un montón de ojos que se agrandaban para mirarme exponiendo argumentos y enfatizando que A llegaba sin la intención de afectar a nadie con su participación en el Torneo de Ajedrez, todo hubiera tenido otras sinuosidades.
Al final, al terminar el Torneo, en la Clausura, los aplausos, las fotos, los apretones de manos, la premiación en sí y los discursos atenuaron el impacto de los sucesos. Dar detalles sobre lo que sucedió, me cansaría y a ustedes, también. Sólo apunto algo que atravesó todos esos días: yo asumía un rol y eso a veces me molestaba. Era como ser más alguien dentro de un rol que la integridad de lo que soy. Escribía mentalmente, por ratos me provocaba reírme de actitudes volcadas a sobreproteger a los niños. Una sobreprotección que enfocada sobre nosotros - A y yo- nos convertía en los villanos del film.
Y sin embargo también recuerdo esas nubes oscuras sobre un cielo azul, y la lluvia cayendo mientras el sol aparecía caprichosamente. Ah, sólo que esa era una falsa impresión. Aquello era natural en la ciudad en la que estábamos. Esa lluvia fue como una sonrisa líquida que caía y caía sobre nosotros y todo lo que nos rodeaba.
Era una lluvia que no traía fango. Era traslúcida y en medio de la sensación a aire helado, caía como una bendición mientras el sol brillaba suavemente.
Leí entretiempos "Kitchen" de Banana Yohismoto. La lectura me ayudó a pasar esos días en medio de la hostilidad y las caminatas entre el hotel y el lugar donde se realizaba el Torneo de Ajedrez.
Dos mujeres de diferentes edades me hacían sonreír, desconociendo el efecto que causaban en mi ánimo. Eran naturales. Una joven, la otra mayor, al borde de la ancianidad. Cada una elegante a su manera. Ellas son madres de niñas ajedrecistas. La joven me preguntó sobre nuestras vidas, y la mayor me contaba sobre los lugares turísticos o simplemente bellos que A y yo podíamos visitar. Creo que ellas, fueron las que matizaron aquella accidentada estadía. Apenas si pudimos pasear por la ciudad. Una de las primeras noches, salí a comprar y llegué a la Plaza principal de la ciudad. Me gustó su suelo, más que el que tiene Lima. Entré a su Catedral. Ésta era sencilla y lo que me impresionó fueron sus Vírgenes: La Virgen de los Dolores y la Virgen de la Resurrección. La de los Dolores tenía como aureola, estrellas y su largo vestido era majestuosamente fino y propio de una mujer pudorosa.
La expresion de su rostro era la de quien da consuelo. A mí no me consolaría en un momento fatal, pensé y lo que admiraba era su porte y sí, la expresión de sus ojos. Celestial, sobrenatural.
La Virgen de la Resurrección llevaba un vestido turquesa. Fuertemente turquesa. Así, aquella Virgen que es la única con otro nombre, destacaba al entrar a la Capilla de la Catedral. Si no fuera por su gestualidad, parecería una muchacha que va a una fiesta de gala. Tan hermosa y radiante. Mas no con el atractivo de lo sensual, porque tenía la mirada de las místicas mujeres, desprendidas de toda terrenalidad.
*
A no reconoció en un primer momento al que fuera su profesor de Ajedrez por un breve tiempo.
B se había cortado el cabello y rulos le caían alrededor del rostro, dándole una configuración distinta a la que antes mostraba. Nos alegró mucho ver a B, con sus jeans y su sonrisa. Era amigo de un entrenador que estaba en el Torneo acompañando a dos niños. B había llegado a visitarlo y de paso, se enteraba cómo marchaba el Torneo.
Fue un pequeño y alegre suceso.
No nos despediríamos. Se iría en medio de la Clausura del Torneo. A lo lejos le vi y no nos acercamos A y yo, absorbidos por la solemnidad de la ceremonia. B se fue.
*
Apunto que comimos cuando nos daba la gana, y sólo un par de lugares nos pareció de una exquisitez indiscutible. En general, los precios en los restaurantes eran baratos en comparación a los de Lima. Solamente en los lugares ostentosos, los precios se disparaban. Fueron agradables los pequeños lujos que nos dimos de vez en cuando, comiendo anticuchos*, picarones** y flan con helado.
Sé que volveremos a aquella ciudad, para que A participe en otro Torneo. Eso será sí o sí.
A ha crecido: parece que en estos días, de golpe se hubiera transformado en un niño mayor.
*
Encuentro a Lima, cálida y querida.
Sé que para muchos es sobretodo áspera y maldita. Yo amo a Lima. Creo que me es imposible, dejarla de querer.
* Anticuchos: son trozos de corazones de reses. Sazonados con aliños como el ají amarillo, la pimienta y fritos a discreción, se colocan en palitos, siendo proverbialmente maravillosos.
** Los picarones son círculos de harina fritos, que se comen empapándolos en una melaza especial. Son deliciosos y si uno se hace adicto a ellos, engorda. A y yo los comemos ocasionalmente en medio de exclamaciones de alegría.
*
Encuentro a Lima, cálida y querida.
Sé que para muchos es sobretodo áspera y maldita. Yo amo a Lima. Creo que me es imposible, dejarla de querer.
* Anticuchos: son trozos de corazones de reses. Sazonados con aliños como el ají amarillo, la pimienta y fritos a discreción, se colocan en palitos, siendo proverbialmente maravillosos.
** Los picarones son círculos de harina fritos, que se comen empapándolos en una melaza especial. Son deliciosos y si uno se hace adicto a ellos, engorda. A y yo los comemos ocasionalmente en medio de exclamaciones de alegría.
5 comments:
Dear, tu niño es de oro. Lo que pasaron, trascendió por estos lares. Los ajedrecistas están al tanto, vale.
Pasando al terreno de los puros placeres, ni lo pienso 2 veces y me voy a comer los anticuchos de Doña Rosita en el cruce de la Plazuela.
:)
a pesar de ser de otro lado, no podría dejar lima ya. áspera y maldita... así me gusta.
anticuchos... antojo cruel... no hay anticucheras cerca :(
saludos de nuevo, rain.
Siempre que viajo visito las catedrales o las iglesias, con sus Vírgenes, y de la comida, esa dos cosas no se pueden pasar.
Y me gustaría comer corazones colocados en palitos, picantes...
Gran saludo, Sweet Rain.
"Esa lluvia fue como una sonrisa líquida que caía y caía..."
Hola! Qué gusto saber que has vuelto con bien y con tantas cosas nuevas que compartir.
Lo que más me impacta es tu capacidad de complicidad con tu niño, sin aleccionamientos o abrazos asfixiantes, pero tampoco con desamparos o distancias desmedidas. Cuenta contigo como una aliada tenaz que le otorga su muy merecido espacio. Enhorabuena...
Hamletmaschine, ser madre corresponde a un rol. Ahora que se aproxima el "Día de la Madre", me siento extraña.
Sea como fuere a veces hay que ser impositiva, porque la persuaciòn no es infalible.
Y eso no me gusta. Mas en fin, eso significa que no me dejo llevar por la marea..., tú entiendes.
Grax por el salute pleno de ánimo.
*
Nicho, te gustarán los anticuchos.
Ni qué decir, te encantarán :9
*
Carlox, salute sonriente.
:)
*
Sebastián, mi niño y el tiempo...
el colegio , las tareas, en fin:
creo que las tareas deberían ser mínimas para que A entrene..., para que juegue con sus robots.
Sí, ¿de oro?
¿o de platino?
:) ¡!
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