Recuerdos, film de Woody Allen: Louis Armstrong matizado entre aquel polvo dorado que emergía de la atmósfera alleniana en la cara de la violinista, en los gestos gráciles de Charlotte Rampling, en los rayos solares que atravesaban los ventanales del vasto lugar por el que el cineasta caminaba. Y esa sensación a sueño, a broma onirica que te caía encima, mientras mirabas el film.
Siempre Charlotte, radiante o triste. Y otra vez los ventanales opacos, iluminándose de pronto por el resplandor en la cara de la violinista y Woody enamorado, con algo musical en sus ojos, algo que se parecía a esas miradas que alguna vez nos han traspasado la medula del deseo. O el animal que corroe la piel. Un tigre sobre ti, sobre mí: el deseo como el aliento de un dios terrible.
*
La muchacha hablaba por telefono en la calle y Woody/el cineasta, escuchaba pegado al otro lado de la cabina. Reconocía la voz, y se inquietaba, se enamoraba, se iba pensando en esa chica delicada. Se daba cuenta que ella no se enamoraría de él.
*
Los camarógrafos sobre Woody, filmándolo mientras un reportero le pedía opine sobre los intelectuales.
Woody se burlaba de las obsesiones que matan a los intelectuales que compiten entre sí.
Oh, era como escuchar cerca a los cuervos sobrevolando en una tarde nublada.
Un dulce y terrorífico vuelo que no sucedía en la película, si no que aparecía en el fotograma mental: la niebla cubría la escena, cuando llegaba el final. Draaaaamm, una sucesión hermosa de diálogos inventados, como cuando quieres combatir la soledad y escribes un guión de cómic, donde los héroes serán como tú, seres que se han perdido y deambulan en un subterráneo, con una canción sonando por los audífonos.
Billie Holliday cantando. Esa musa negra que transformaba la tristeza en un cielo lluvioso que veías a través de esos ventanales mientras un polvo dorado caía suavemente sobre tu cabeza y eso era lo único que te hacía feliz.
Polvo dorado para ti y para mí. ¿Recuerdas?.
Siempre Charlotte, radiante o triste. Y otra vez los ventanales opacos, iluminándose de pronto por el resplandor en la cara de la violinista y Woody enamorado, con algo musical en sus ojos, algo que se parecía a esas miradas que alguna vez nos han traspasado la medula del deseo. O el animal que corroe la piel. Un tigre sobre ti, sobre mí: el deseo como el aliento de un dios terrible.
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La muchacha hablaba por telefono en la calle y Woody/el cineasta, escuchaba pegado al otro lado de la cabina. Reconocía la voz, y se inquietaba, se enamoraba, se iba pensando en esa chica delicada. Se daba cuenta que ella no se enamoraría de él.
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Los camarógrafos sobre Woody, filmándolo mientras un reportero le pedía opine sobre los intelectuales.
Woody se burlaba de las obsesiones que matan a los intelectuales que compiten entre sí.
Oh, era como escuchar cerca a los cuervos sobrevolando en una tarde nublada.
Un dulce y terrorífico vuelo que no sucedía en la película, si no que aparecía en el fotograma mental: la niebla cubría la escena, cuando llegaba el final. Draaaaamm, una sucesión hermosa de diálogos inventados, como cuando quieres combatir la soledad y escribes un guión de cómic, donde los héroes serán como tú, seres que se han perdido y deambulan en un subterráneo, con una canción sonando por los audífonos.
Billie Holliday cantando. Esa musa negra que transformaba la tristeza en un cielo lluvioso que veías a través de esos ventanales mientras un polvo dorado caía suavemente sobre tu cabeza y eso era lo único que te hacía feliz.
Polvo dorado para ti y para mí. ¿Recuerdas?.
6 comments:
Quizás me deslizé por la pendiente melankolic
y me falta la escena del bus
sin contar los detalles, para no develar el film y a la vez para que los que lo han visto, apunten a los fragmentos en estos flashbacks...
La vigilia te puso un rock lento en la cabeza y te salió este post.
Oh. oh, hubo un momento en el que levité...
Me gusta, o más bien, me he acostumbrado a ir al cine solo a una hora o en un día en que no haya mucha gente. Esta costumbre solitaria la cogí cuando era bastante joven (17 años o por ahí). Ví bastante cine europeo (italiano y francés sobre todo) y a Woody Allen, que es un cineasta 3/4 europeo, si algo se puede calificar de europeo. Magnífico siempre, da igual lo que haga. No incurre en "la odiosa premeditación de la novela".
Y estuve enamorado de Charlotte Rampling, que siempre me pareció una chica muy stoniana, de cuando los stones vivían en Toronto.
Cuando salía del cine, yo también me daba cuenta de que no estaba enamorada de mí.
al margen, deberíamos hablar un poco de cine vos y yo.
Stoniana.
Hay actrices que se quedan dentro de una, como por capas
Cine: la vida es más interesante con cine.
Chao Julio.
*
Debret Viana, me he estado preguntando en cómo habrá sido aquello de ver tantas películas por día en el Festival en el que estuviste. Se te perdian tal vez algunas intensidades porque pasabas a otras y así sucesivamente o cómo...
Sí, deberiamos conversar con nuestros helados :)
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