Epónimo

Alguna vez fui una francotiradora verbal en mi necedad de adolescente. Decía estar harta de los símbolos y escalaba montañas imaginarias en las que al llegar a la cima, ponia mi banderita negra y sin más ni menos, la quemaba con el fuego de los pensamientos cruzados.

Todo podría reducirse a un pathos que nada tiene que ver con esa visión de símbolos asfixiantes. Para vivir tranquila con conejos maravillosos que no fueran como el de Jan Svankmajer, o sí tal vez, sí en sus arrebatadores momentos cuando decapita muñecos de peluche.


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Ella, la androide se ha quedado sola y en el pasillo suenan sus tacones, mientras esa noche ruin que no cesa, se lleva sus pensamientos. Ella, la androide se ha quedado sola.

Escena de 2046, film de Wong Kar-Wai, que amo.
Al fin cada uno es lo que ama y lo que no soporta como proximidad.


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Había visto otras películas de Wong Kar-Wai, Happy Together y Fallen Angels, y me interesa ver las que preceden a 2046, claro.

Simplemente, no sopesaba la posibilidad de encontrame con lo que estaba en mis sueños como sedimento visual, una especie de demencia lírica. Algo que contiene ese misterio del que se escribe, sobre el que se edifican construcciones imaginarias indestructibles.


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Ella caminaba con una mano enguantada. Guante negro, caminar visto en cámara lenta. Ella, la homónima de la mujer que el escritor amara. Ella la mujer del azar en las manos, llorando apoyada en la pared de una calle solitaria. Porque en 2046, hay una sensaciòn inmensa de soledad atravesando sus planos, entre sombras y leve luminosidad. ´

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Una muchacha habla sola y sus pies cubiertos con zapatos de tacones en punta, giran: es la belleza de un simple acto. La composición de una ternura preciosa.


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La cuestión social aparece en la condición del escritor, que atraviesa situaciones críticas, llegando a ser un marginal que al contar con la ayuda de una mujer que se llama como otra que él amara, le conduce a una retirada. Parte hacia el extremismo de su soledad. Ha escrito 2046, viajando por su vida, en un tren cuya palanca mental le lleva a una aventura con seres perdidos en el tiempo.


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Satén y la constante del color rojo en el imaginario personal. Después los matices y otros colores. Ninguna elocuencia es más hermosa que la del color en la palabra. Esa idea aparece cuando el film se ha filtrado por este cuerpo mío.


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El cuerpo fílmico está en el cuerpo concreto. La poesía nunca me da tranquilidad.

La rebelión mental está en la poesía.


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Crueldad que no es crueldad de asesino.

El escritor fecunda su vida escribiendo hasta su muerte.

En 2046, la abolición de las moralejas aparta toda posibilidad de optimismo. Por eso la música alterna su sensualidad, alegría y dolor a lo largo de la película, como algo que signa esta abolición. Entre los desencuentros y la generosidad, la belleza persiste como una lux tenue y una pérdida irrecuperable de lo amado.


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Ojos de hombre solitarios. Ojos de muchachas abandonadas. Ojos de niños que ríen. Ojo film. Ojos tuyos. Ojos míos, abriéndose en un tiempo circular, como en una canción que se oye cuando todos se han ido.






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Imágenes de 2046, film de Wong kar-Wei