Es a veces asombroso encontrar un libro en una feria, lejos de las exquisitas librerías que cuentan con las últimas novedades editoriales. Aunque luego te digas que en libreros de viejo, puedes hallar una gema precisamente por las rarezas que allí es posible hojear.
Philip Roth es un autor super mencionado en las bitácoras que se precien como conocedoras de novelas excepcionales.
Una siente que se sonroja cuando admite que no ha leído a Roth y se ríe cuando conversa con alguien que ha leído una barbaridad, mas ignora qué es sentir esos torrentes físicos y almísticos que son Cantos de Maldoror y El pesanervios, por señalar unos ejemplos, solamente unos.
Así que anoche, buscando cualquier libro de ensayos de Walter Benjamin, pensé en Roth por un instante y me dije que si no hallaba un libro de WB, sería vivificante encontrar uno de PR. Lo que sucedió mientras revisaba estantes. Escondido, estaba en una edición de Grijalbo ¡El lamento de Portnoy!. Mis ojos se abrieron desmesuradamente e intenté disimular mi agitación mientras el papá del librero (el chico se había ido a no sé qué evento) forraba una gruesa enciclopedia. Proseguí con la conversación sobre el terremoto que es lo que nos une a todos por aquí, en una vorágine de sensaciones, recuerdos, exclamaciones. El precio del libro era simbólico: 10 soles, o sea 3 dólares y centavos. Contuve nuevamente mi emoción, pagué y me despedí sobriamente, con la cabeza erguida. Al voltear la esquina, di un ligero pasito de baile y sonreí.
*
La noche fue grata en el viejo Queirolo, conversando con G, que miraba con una curiosidad conmovedora cada espacio del bar. Me encontré con el negro Orlando que se reía como siempre, como un hombre feliz. Acompañado de dos chicas, admirado por ellas, glorificado por la música que sonaba que era la que había pedido pusieran para su benéfico impacto y el de los habitúes. Sonaba una canción remotísima: Cuéntame.
Cuéntame cómo te ha ido,
si has encontrado la felicidad...
Lo cierto es que el negro tiene una manera realmente mágica de transformar las situaciones más críticas en sucesivas expresiones de alegría. Eso me hace pensar en cómo la existencia de estos seres dionísiacos gravitan sobre la vida de uno, conformando aquello que vienen a ser los mejores recuerdos.
Comimos unos sandwichs de jamón inglés y un par de cervezas heladas que nos llevó tres horas de conversación. G y yo alucinadas por la ciencia ficción, los novios, los enamorados, la música barroca, las ceremonias en los matrimonios. Llegando a este punto fuimos enfáticas. Nos pusimos eufóricas, renegonas, irónicas, fatales.
El negro en su mesa seguía en plena conversa, flanqueado por sus amigas. Ellas, dos estudiantes de Pintura en la Escuela de Bellas Artes, sin sutileza alguna demostraron su voluntad de cercar al negro como en una especie de mesa fortificada por un gran muro. No fue dramático ni ofensivo. G y yo desde nuestra mesa nos reíamos de vez en cuando con Orlando y al final nos despedimos como en uno de esos jolgorios inolvidables.
Durante el camino, en el mismo bus, G me contaba relatos de ciencia ficción que son sus preferidos. Es una estupenda narradora oral. Se lo dije y se alegró: quisiera leer más y no puedo por el negocio que tengo que atender - G es librera- y por mi novio que no entiende mucho de libros.
La vida. En fin, estuve a punto de decirle a G que su novio me parece a simple vista un tipo cualquiera. Niet, eso la hubiera destrozado. Además no somos amigas demasiado cercanas. Recién nos conocemos. No sé por qué estas cuestiones subjetivas son así de radicales algunas veces. Inflexiones de voz, gestos, alguna opinión y de pronto ya tienes una idea de con quién estás hablando. Quién sabe, una se equivoca y el muchacho es una gran persona. (Lo dudo).
La noche terminaba y yo estaba sola en el paradero. Me fui caminando unas seis cuadras, hasta que vino un combi* y zas, llegué cerca de casa. Seguí caminando y las luces de los postes parecían señales de alguna pregunta al rayar la madrugada. Visiones. Una acariciando al libro de Roth y llegando a casa. Todo hubiera sido muy simple, si no hubiera sido por Roth, G y por supuesto, por el negro.
* Combi: se le llama así a un mini-minibus en el que no movilizamos en Lima, como en otras ciudades de Perú.
9 comments:
Acá también se llama combi.
el negro tiene una manera realmente mágica de transformar las situaciones más críticas en sucesivas expresiones de alegría
Me recordó a mí. Está mal que lo diga, pero el humor es lo que nos salva del espanto.
Vaya, hay palabras que son de comunidad latinoamericana: combi.
Me voy en combi :)
Luc, la noche del terremoto, en una combi estábamos con la idea de que el Tsunami se nos venía encima y un grupo de ajedrecistas bromeaba. ¡En esa situación esas bromas eran infinitamente benditas!.
Además que hay una manera de hacer humor que se agradece. Y de hecho a ti te imagino hermosa, dionísiaca.
Bueno, lo dije y punto.
Leí Pastoral, de Roth. Leo en estos días a Walter Benjamin en sus memorias. Ambos son dos colosos. Roth es directo, digno de una epifanía y Benjamin es el gran cantor de las reminiscencias y la crítica artística atravesando la filosofía.
Anoto algo que me hace pensar en un Roth conservador: el punto de vista en la novela sobre Vietnam. Luego, la novela se sostiene sobre sí misma. Roth la sostiene.
rain
coincidimos en algunas cosas , la primera esa emocion que describes bien que se siente al encontrar un libro de p roth , que te abre perspectivas de vida nuevos
la otra coincidencia en el vivir en un pais con periodicos terrremotos que nos hace replantear todo
Si escribes un blog, podrías expandirte para compartir. Si acaso te animaras..,eh. Salute.
lo que se puede compartir es esa sensacion de cercania con la manera de vivir y escribir de p. roth, de algun modo inexplicable para mi .
quizas se explique esta cercania con el modo de ver la vida de los judios con un cuento , sabian ustedes cual es la diferencia entre una madre latina (peruana o chilena) y una madre judia , la madre latina le dice al niño " estudia o te mato" ,la madre judia en cambio le dice " estudia o me mato"
quiero saber mas de W. benjamin y tambien la forma en que les esta afectando las consecuencias del terremoto
Salute Sergio Valdés.
Eso es lo que le llaman idiosincracias profundamente distintas, creo.
Sobre Walter Benjamin, puedes encontrar bastante en la web. Lo que yo puedo decir de él, necesito procesarlo escribiéndolo por ejemplo en un post.
Solamente comento aquí que es uno de los pensadores que asumo como lírico profundista, capaz de ahondar la radiografía estética de las ciudades y los creadores.
Algunos le llamarían de una manera reduccionista, un melancólico crónico. Él era más que su tristeza...
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