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09/06/2007

La fascinación

Según Tomas de Quincey, lo fascinante es el acto estético. El sumun, las proyecciones para acometer un asesinato como una materialización de Las Bellas Artes. Concentraba su idea de la fascinación en el acto de matar.
Se sabe que Tomas de Quincey fue un individuo generoso que despreciaba al género humano y que sentía una profunda simpatía por las gentes, prójimos concretos, cercanías de su entorno. En realidad no había contradicción alguna si se piensa profundamente tal hecho.

Recordaba a TDQ para adentrarme en las implicaciones de las fascinaciones. Imagino a un nazi maravillado por la música de Wagner y a éste ajeno al horror de las muertes masivas de niños que acometerían sus admiradores nazis.
Un soundtrack para las maquinaciones de los criminales, El Anillo de los Nibelungos.
Lo fascinante entre los tejidos de la condición humana, como acicate de pretensiones y terroríficos deseos.

En otro campo veo a Bataille cercano a Tanathos, en el abismo del conocimiento sobre el erotismo. En ese tránsito, me es imposible imaginarlo exento de la fascinación por el extremismo de los cuerpos en metafísica y carnal exposición, perversos y encadenados en la trangresión. Una sinuosidad que muchos encontrarían enigmática y los más conservadores, repelente.

En un intersticio de lo fantástico que ofrece los movimientos de una bebé, hay esa maravilla que Lewis Carroll proyectó en la niñez de pequeñas musas por las que su imaginación inmortalizó Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo. Para el escritor la belleza estaba concentrada en una niña. Esta fascinación le hizo fotografiarlas y escribir motivado por ellas.
Siempre la fascinación como generadora de imaginarios y en su expresión más radical, una rueda incesante de creaciones. La fascinación puede ser además la aniquilación de todo abatimiento, temporalmente. Hay quienes renegaron de ella o que estuvieron vedados para experimentarla directamente en la vía creativa. Pienso en Antonin Artaud mimetizado en su fuerza oscura, en Samuel Beckett arrojando las palabras al vacío, en Emile Cioran despreciando la exquisitez complaciente de las palabras destinada a los deslumbramientos.
Al viejo Emile y a Beckett , la música les hacía volar. Les fascinaba. Como un demonio que está en la penumbra para acompañarlos y salvaguardarlos de la nada absoluta. La fascinación como retaguardia de seres que no están entregados a ninguna batalla, si no a la renunciación de lo que es el placer para otros, la vida ligera como una pluma de ave quimérica.
Aquellos creadores que se burlaban y se burlan de sí mismos para no estar tristes eran y son, probablemente los más desprendidos de la indiferencia por todo lo que ofrece deleite. De la fascinación por la existencia de los placeres, extraen la fuerza para reír e incluso planear posibles suicidios que generalmente nunca perpetran o sí es que lo hacen, es porque recurren a la última fascinación posible: la de la proyectar su muertes con premeditación amorosa, como en una performance teatral, en la escenografía creada especialmente para la actuación final.

6 comments:

Rain en ZQ. said...

Claro, atendiendo a TDQ, dixit su obra.
Entre el amor y la simpatía hay diferencia... había que cambiar esa palabra: amor, por simpatía.

Hamletmaschine said...

Tal y como testimonian sus diarios, a Cioran le fascinaba España, sencillamente se volvía otra persona, totalmente diferente. Es una lástima que no se acompañara de una cámara, quien sabe que imágenes lo hubieran abismado en esos viajes de pura luz. Y me quedo con esa vez cuando a medianoche Beckett lo llamó para preguntarle por la inencontrable traducción al francés de una palabra, una sola: lessness.

Y por otro lado, qué atroz es cuando algo completamente mundano arruina la fascinación. Que suenen los teléfonos o el timbre, que le pregunten a uno la hora en medio de un estudio o una figuración... pero como decía Quiroga, si no puedes retomar la emoción, ese atisbo era puro espejismo.

Así van quedando las palabras-imágenes esenciales, decantadas de referentes, los momentos clave.

Vaya predadores, vaya encuentros...

Nicho said...

La música, cierta música, es la única forma que tiene el hombre del volar, yo eso no lo he dudado desde que oí por primera vez una Cantata de Bach.

Anonymous said...

Menudo cambio de "look"

Anonymous said...

Artaud, Cioran, Bataille, la Muerte, Carroll, Beckett, de Quincey...
Vaya intesticios que acompañas, Viru Viru.

Rain en ZQ. said...

Hamlet, lo que sé es que hay unas conversaciones mas diarios, niet ¿de Cioran?
he leído hace tiempo las conversaciones y se me escapa lo de España. Voy a buscar...
Grax, es un dato interesante, porque se me ocurre que Cioran se remitía a esa vivacidad del español, de sus costumbres más arraigadas... Indago, eh..

Cierto, uno retoma lo que en un primer momento ha sido alterado por la irrupción.
Sobre la fascinación, quedan otra señales que saldrán luego...
Por ahora no quiero pensar en predadores.

Chao (se me ha quedado en la mente esa pintura que pusiste en tu post y dejé mi comentario en el aire...)



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Nicho, es una forma, sin duda, mas creo que hay otras... de veras. O sino recuerda alguna conversaciñon maravillosa que hayas tenido...
Salute con mate :)



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BillyWild:

De esa uña roja sale otra que se va a las serenatas, más tarde, que me toca dormir...



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Bardamu, latentes y abiertos, aquí están...

salute con el frío conjurado...