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14/04/2007

Día de mar

Luego de una mañana de caminatas y trámites, en largas colas fui a ver el mar en La Punta, donde está el Puerto y la niebla suele verse hermosamente en los inviernos. Me saqué los audífonos, y me dediqué a escuchar la música de los sonidos marinos que se mezclaban con los urbanos y el resonar que el vuelo de las gaviotas dejaba en sus constantes vuelos. Había poca gente en los miradores en contraste con los sábados y domingos y cierta paz se instalaba en el pecho y los ojos, deslizando la mirada por las desconocidas gentes. Así en mi tranquila observación, vi a un grupo de extranjeros que subieron a un barco estrecho para ellos, que eran más de treinta. No me interesó indagar cuáles eran sus destinos. Solamente los veía caminar a lo lejos, con una discreta prisa, cargados con maletines y mochilas. Pocos sonreían levemente. Eran hombres algo cansados que parecían llevar en sus rostros, el sello de una vaguedad. Como si se ciñeran a una rutina distinta a la de la gente netamente urbana. Resignados a viajar sin mayores ilusiones.

O tal vez estaban extenuados y nada más.
No sé.

Luego vi a una chica esperando a alguien. No le importaba el mar. Le importaba ese alguien. Estaba en la banca contigua a la mía. Llamó desde su móvil y se oía lo que decía.
La espié.

- Estoy aquí... No, si llegué a las ....., dile que estoy aquí.
Ya, ya. Como te digo, he estado esperando. Ya, ya.

Sonreía ligeramente y permanecía sentada mirando hacia la pista. A sus espaldas el mar bramaba.

Me pregunté si el chico que ella esperaba , era el mismo que había estado hace aproximadamente un cuarto de hora, contemplando el mar. Con sus lentes oscuros, su lonchera cruzada en el cuerpo y un cuaderno tamaño oficio. Un muchacho aparentemente formal, vestido con una camisa de cuadros azules y un pantalón de color crema.

Si es él, la esperó poco, me dije. Recuerdé que miró su reloj y después de cinco minutos, se fue.

No era el mismo chico. Era evidentemente menor que el otro. Aparentaba 18 años.
La chica se levantó y le dio el alcance a la altura del monumento que está en el centro de la Plaza. Sus largos cabellos negros flameaban. Era lo que destacaba en su figura. El chico se veía como miles de chicos que caminan por la ciudad. En realidad era una pareja como las tantas que se ven en la ciudad. Dejé de mirarlos.


Pensé en Joaquín.


Me levanté y di una vuelta por la Plaza. Me saludaron unos vendedores de artesanías. Veía a los niños pisar las rocas y arrojar piedritas al mar.
Un hombre joven y una niña estaban sentados en uno de los miradores, ubicados en un excelente lugar para contemplar el mar. La niña usaba un pañuelo con un estampado de bolitas azules en la cabeza y llevaba unos jeans que le quedaban muy bien. Se veía pequeña, como si tuviera nueve años. Volteron ligeramente para mirarme y se demoraron un poco en observarme sin que sus miradas fueran molestas. Quizás les llamaba la atención mi caminar lento, como si tuviera todo el tiempo del mundo para pasear por la Plaza. Para ensimismarme y mirar el mar.

Escuché que la niña decia al rato, "papi, papi, mira mis zapatillas..."
Pasaron 10 minutos y se fueron. Fui rápidamente a sentarme en el lugar que habían ocupado. Sentí que ese era el mejor sitio para ver cómo brillaba a lo lejos el mar, como si una hilera de dimantes estuvieran flotando causando una de las imágenes más bellas que he visto en mi vida.

Un hombre que estaba sentado en una banca, cerca del mirador, me saludó y comenzó a hacerme preguntas sobre la vista, luego me preguntó la hora y después fui cortante y le contesté con un gesto serio. Giré y me quedé mirando el mar. Me olvidé de él y la fijación en los diamantes flotando me serenó profundamente.



A mi costado se sentaron una mujer y su niña. Las dos sonreían y conversaban. En un momento la niña se rió conmigo, compartiendo el efecto que le había hecho un comentario de su madre. Me gustó esa actitud.

La mujer me preguntó si habitualmente venía a la Plaza.

- De vez en cuando vengo. Esta vez he venido sin la compañía de mi niño, contesté.

La mujer me hizo una serie de preguntas, mirándome y escudriñándome. No sé por qué no me molestó su interrogatorio. Creo que era por la sonrisa de la nena que sostenía su mirada sobre mí.
La mujer se despidió amablemente y la niña agitó una manito para decir chao.
Al par de minutos llegó una familia. Papa, mamé e hija, una niña gordita. La pequeña descendió hacia las rocas y de pie contemplaba la olas y los patillos negros que se zambullían de cabeza y emergían. Volcían a zambullirse y salían traviesos.

Los diamantes seguían flotando en la lejanía.
Aquella familia irradiaba contento. Él parecía un pescador. Usaba un bibirí verde. Ella tenía sujeto el pelo en una cola. Parecía una mujer dedicada a quehaceres domésticos. Había algo en ella que así me lo indicaba. O acaso mis subjetivas percepciones me engañaban. Quién sabe.

Eran felices, si no constantemente, lo eran en aquellos instantes. Con el móvil se fotografiaron entre sí. Abrazados y sentados en las rocas con el fondo marino, sonrieron suavemente mientras la niña lanzó el flash.



Eran las cinco de la tarde y los diamantes flotantes se desvanecieron. Salté.
El hombre de la banca, que vi al principio permanecía sentado. Se veía como un empleado de la burocracia, rígido y acechante.

Me fui.



Llegué al centro de Lima.
Solamente adquirí un dvd' en Polvos azules: Una Historia de violencia de David Cronenberg. En el Jirón Camaná encargué unos libros de G Deleuze y compré un cd' de un Concierto en vivo de Portishead y una tela estampada con el dibujo de un niño que le dice a un policía que se inclina sobre él :

- Mi mamá me dijo que matara al policía que hay en mi cabeza.

Un grupo de chicos conversaban animadamente sobre libros. Escucharles y atisbar sus rostros con miradas espectantes, me alegró.

Al final llegué a la tienda de una simpática chica, donde estuvimos riéndonos de las historias de Mafalda, de las peroratas de Libertad, los delirios de Susanita, la fan del patriarcado, y de Felipe que andaba concentrado en su juegos de niño, mientras Susanita soñaba con los hijitos que ella y él tendrían.
Después pasamos a hacer un recuento de las series de horror y G demostró sus conocimientos en esta materia. A estaría muy complacido de conversar con ella, así que en otra incursiòn al centro de la ciudad, se la presentaré. A querrá que le compre algún cuento de horror y le diré que G comenta que los que ella ofrece no son terribles. A dejará de interesarse por el cuento y es posible que le compre una edición especial, sólo para él, de los cuentos de Poe.


Me despedí de G y recordé esta viñeta que Joaquín, puso una vez en su blog. La mantuve en mi mente un largo rato mientras escuchaba a Portishead
.


Segui caminando y la ciudad se oscureció en blue.
Yo sabía que llegando a casa, prepararía la ensalada y el mate. Que A estaba en casa de su papá. Que la musa bebé dormía. Qué el planeta seguía girando. Sabía que bombas explotaban en calles de ciudades pobres. Que el amor era una canción triste y la vida seguía nutriendose de sangre y sexo.

Sujeté mi bolso, bajé del combi y aspiré el smog y la energía de aquella ruta cercana a la casa. Llamé por teléfono a A. Luego de oírle, fui a bañarme. Y mientras el golpe del agua me traspasaba el pecho con su humedad jabonosa, me sentí como alguien que no sabe de dónde es
.



Glory Box- Portish...

Viñeta del Cómic The Sandman, de Neil Gaiman, tomada a su vez del blog de Faxx.

Fotografía en blue, tomada de Google.

9 comments:

Nicho said...

Creo que fue André Breton el que dijo que no le gustaba "la odiosa premeditación de la novela". A mí, muchas veces, me pasa lo mismo. Me he acordado de esta cita leyéndote, porque me ha gustado precisamente porque esta prosa tuya es todo lo contrario: un pedazo de vida espontánea narrado con sencillez y belleza.

Salutes, y grax por el buen momento.

Rain en ZQ. said...

Nicho, fue un día de mar. Aún sigo oliéndolo y viendo aquella hulera de diamantes flotantes.

En vez de la palabra
formal
para el hombre de la banca, he puesto rígido. Es el único cambio a posteriori :)

Oh, por eso los surrealistas en general compartirían -creo- esa apreciación. Excepto Louis Aragón...


Voy a leer con calma tus recientes posts, porque ando atareada...

Chao Nicho.

KuruPicho said...

Què fantàstika està tu pàgina, chamiga, las fotos, el despliegue de las letras sobre el espacio que se extiende sin pudor hacia los costados...Linda tambien la viñeta del còmic, que no conozco, el portished en vivo en formato DVd me prometio en socio prestarmelo...hablandod e muñecas rotas, creo que la Courtnney Love jugò con la imagen de "Broken Doll" en la decada de los 90, imagen tendiente a lo comercial...Nico d ela dècada d elos 70 tambièn, màs creìble, en especial viniendo de una ex modelo profesional, incluso las fotos d ela kate Moss vista como anormal degenerada (!!!) despues del schandal de la cocaìna...te dejo, pero me quedo con este blog, me gusta, y mucho.

Rain en ZQ. said...

¡Danke!. esa palabra es tuya o es la palabra de los kurupis. Y esta no-muñeca se identifica con los kurupis.
Así como a mí me gusta mucho, mucho Kuruguay egoísta. Te dije eso antes y lo recalco, que quiero decirlo y o estamos para silenciar lo que apreciamos. Llegas y me alientas, porque
zona quest,
es para mí vital y clave.

Que vengas y digas que aprecias este espacio, es importante para mí. Ahora que se aproxima la venida de Montzé, recuerden por favor, traer vuestros libros. Los leeré con sumo interés.
(Los poemas y extractos prefiguran libros valisoos).

Ah, bueno, sobre tu comentario, en medio de todo, la que me zimpatiza es Nico, aunque fue impuesta por Warhol, para que cantara con los chicos de la Velvet. Precisamente porque rompía con el esquema, cantando, y no sé hasta qué punto es una perspectiva de ilusión la mía, viéndola como alguien que intentó salir del rol al que se había ceñido...

Lo fresco de Kate Moss se congeló con su hundiminto en ese mundillo decadente en el peor de los sentidos... sí.
Al final fue una víctima más.

Danke, sabes, saben ustedes que leer Kurupi, Kuruguay egoísta es significativo y necesario.

Chao, estamos en la ruta...

Anonymous said...

Qué bien elegida la canción Rain, es muy blues, no la conocía y me ha gustado una barbaridad. Tu texto, como siempre sorprendiéndonos, yo creo que hemos estado contigo al borde del mar hoy, hipnotizados por los diamantes que tu veías, ahora convertidos en tus palabras. Un beso.

Nicho said...

Oye, Rain, nada más decirte que el texto lateral de las muñecas me parece muy bueno (conmovedor, exactamente).

AZzRaeL said...

Esa visión tuya de la pareja... alejarte de ellos al verlos tan simplones. No sé, me gustó.


(Hace tiempo que no hago el camino Polvos Azules-Quilca. Me lo has hecho recordar.)

Rain en ZQ. said...

Funámbula, fue una visión sobrenatural. La guardo.

Bex para ti.


Ah, sí, Portoshead es una gran banda. Sus temas tiene misterio, ansiedad, belleza...


*


Danke, Nicho. Si yo enumerara tus textos que me han removido...
:)


*


Azrael :)

ni creas que los miré despectivamente...


Ah. Azrael, ¿qué es la imagen de tu nick?

AZzRaeL said...

Es la cara de un personaje de historieta, "Azrael", precisamente.

¿La tuya tal vez sea la Musa Bebé?